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EL ESTRÉS DE MAMI, Y SUS CONSECUENCIAS EN EL BEBÉ


Según UNICEF, el adecuado desarrollo de un niño en términos físicos, cognitivos y emocionales, está determinado por la calidad del vínculo entre el bebé y su madre.
La naturaleza del sistema nervioso,  en términos de estrés de la madre, es definitiva en la calidad de los estímulos que va a recibir la criatura desde su gestación.


Un nivel moderado de estrés es algo natural y adaptativo, pero cuando se mantiene en el tiempo con cierto grado de intensidad deja efectos colaterales en el adecuado desarrollo integral del niño.

Veamos las consecuencias de una madre estresada en  las diferentes etapas del  desarrollo de un bebé, desde la gestación hasta sus primeros años de vida:
Se ha demostrado que  los fetos se alteran cuando la madre siente estrés. El impacto de este en una madre gestante puede incrementar las posibilidades tanto de aborto espontáneo como de parto prematuro, causar daño en la función del sistema inmune de la criatura aumentando la frecuencia de alergias y asma, además de producir hipertensión y bajo peso al nacer.


Los especialistas indican que con toda seguridad la relación entre las hormonas de estrés presentes por mucho tiempo en la madre y el deficiente desarrollo cerebral del bebe es real, puede provocar problemas en su adelanto intelectual y cognitivo.

Un estudio en que las futuras madres presentaban alto grado de estrés mostró que los niños recién nacidos tenían hasta 10 puntos menos de la media de coeficiente intelectual, y que además de dificultades asociadas a la ansiedad presentaban problemas emocionales y comportamentales, como trastornos de sueño,  irritabilidad y susceptibilidad  a ser nerviosos con gran facilidad. 
                                                      
Otros estudios han encontrado  asociación entre estrés materno y problemas de atención e hiperactividad en el hijo. Por ejemplo, en uno publicado en 2002 en la revista de Psiquiatría de Londres, los autores encontraron que los hijos de aquellas madres que habían reportado más ansiedad durante el embarazo presentaban más problemas emocionales, de atención y de hiperactividad.

En la época de lactancia, el estrés también hace sus estragos porque corta la producción de oxitocina, hormona del amor, para dar paso a la adrenalina, hormona del estrés,  haciendo que la leche no baje al pecho de la madre lactante.
Toda la familia se perjudica cuando el estrés de mamá está fuera de control, especialmente los niños pequeños. Y bajo la influencia del estrés, la mejor mamá puede descuidar o maltratar a sus hijos. A medida que crecen, los niños aprenden de los adultos cómo manejar su propio estrés, y cuando este es alto en su ámbito familiar adoptan conductas defensivas para el resto de su vida.


De lo anterior surge como prioritaria la creación de condiciones emocionales en las madres durante las etapas gestante, lactante y de primeros años de crianza, que garanticen una óptima relación amorosa y de confianza con el nuevo ser. Los vínculos afectivos estables y contenedores de una madre en equilibrio y tranquila  potencian sentimientos positivos y emociones estables en el niño, además de garantizar el  óptimo funcionamiento de su sistema inmune  y el desarrollo de su cerebro

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