¿Por qué el silencio es la
experiencia que nos conecta con Dios?
Para entenderlo, consideremos los
dos aspectos de la existencia.
Uno es material con toda su diversidad de formas.
Este es experimentado gracias a nuestros cinco sentidos.
El otro es el espíritu, en el que todo
está unificado gracias a la fuerza del Amor.
Ambos se encuentran en cada uno
de nosotros. No es el privilegio de algunos.
El primero de ellos, el de la
materia, está regido por dos leyes de la física imposibles de separar. Me
refiero a los elementos espacio y tiempo.
Mientras que para el segundo, el
espiritual, está rigido por el no tiempo o eternidad. Por lo tanto tampoco hay
espacio. Esta es la razón por la que no
hay separación y se le llama AMOR o DIOS.
Este al no pertenecer al mundo de
las formas no puede ser percibido por los sentidos. Pero definitivamente sí puede
ser experimentado, debido a que se encuentra en el interior de la mente.
Y… ¿cómo es posible lograrlo?
Alejando todo juicio mental. Pues hacer clasificaciones entre bonito
y feo, placentero o desagradable, bueno o malo, es poner en marcha la
separación.
Veamos porque. Para poder juzgar
es necesario que yo- el sujeto observe una cosa, situación o persona- el objeto. Ambos separados entre sí por el elemento espacio. Y mi opinión acerca de
ello- proceso de observación. El cual está influenciado por experiencias anteriores. En este caso se pone en marcha el elemento tiempo.
A estos tres elementos sujeto, objeto y
proceso de observación también lo podemos llamar EGO o separación.
Muy bien, hasta aquí entonces
hacemos distinción entre dos aspectos claramente definidos.
El ego que ve separación debido al espacio - tiempo
y el espiritu que al ser unidad se experimenta por fuera del tiempo. En el AHORA.
Entonces, tanto la separación
como la unidad están ambas en mi mente.
¡Aleluya! Eso quiere decir, que de
mi deseo depende cual experimentar.
Entonces, decidir tener la
experiencia de la unidad requiere de la disposición a acallar el juicio y estar
plenamente presente. Estos dos aspectos le otorgan la sacralidad a la mente que hace posible el
encuentro con Dios.
Esta experiencia puede llegar espontáneamente
viendo un paisaje o en un momento de enamoramiento o de meditación. Pero tanto
si llega de forma no programada o intencional, es la experiencia que todos deseamos
vehementemente en lo más profundo de nuestro Ser.
Pues esta unidad es la memoria
ancestral que nos recuerda que nuestro verdadero hogar es en DIOS.
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