Bajo esta cosmovisión, cuando una
persona padece una enfermedad es porque ha habido algún tipo de rechazo o exclusión,
que está fragmentando la unidad. Es decir se ha salido del cauce del amor.
¿Qué puede estar rechazando el enfermo? A una persona que lo llena de ira y resentimiento por años; una situación asociada a la pérdida, como la muerte de un ser querido, quedarse sin pareja, sin trabajo o sin el estatus social al que pertenecía; incluso a sí mismo por causa de la culpa o la vergüenza; a todos estos rechazos les podemos sumar un largo etcétera.
Estos acontecimientos cuando no son
procesados y la persona cae en largos periodos de aflicción, desvalía y
tristeza, son los desencadenantes del desequilibrio físico, por ende de la
enfermedad.
La curación regresa cuando se
retorna al equilibrio. Este es posible cuando se incluye lo que se ha
rechazado. Por esta razón la enfermedad es una propuesta de solución, es la invitación a tomar el camino de regreso
al amor.
Si el amor es la unidad, entonces en
él se integran los opuestos. Por ende la reconciliación con lo que rechazamos
es el principio sanador que devuelve la curación al cuerpo.
Se necesita de la decisión
consciente de la persona para aceptar la vida tal y como es, abarcando hasta su
propio padecimiento físico. Este retorno al amor abona sabiduría y soltura para
fluir vivamente con cada momento de la existencia.
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