En mi trabajo durante 15 años con drogadictos,
a los que abordé con diferentes terapias de sanación, pude concluir que tratar
los dolores y dramas de sus padres es de mayor importancia que el tratamiento al
mismo adicto.
Toda familia es un sistema en el que sus miembros se conectan y entrelazan de forma fidedigna.
Esto sucede por la necesidad de pertenencia que tenemos los seres humanos, con
el fin de sentirnos seguros y a salvo.
A veces estos vínculos con los miembros de la
familia están determinados por relaciones de dependencia, miedo, violencia o
incomunicación. Estos rasgos propician relaciones tóxicas dentro de la misma
familia, a las que se les llama “amor”.
Por ejemplo, una mujer que proviene de una familia
donde la figura de la madre es más fuerte que la del padre, por patrones
aprendidos se casa con un hombre que la abandonará. Esta carencia puede llevarla a
sobreproteger a su hijo con un amor asfixiante. La consecuencia de este “amor” puede ser un hombre con pocas habilidades
emocionales para formar una familia
funcional.
En toda familia hay relaciones con algún tipo
de “amor” malentendido, que se expresa con diferentes matices e intensidades en
cada uno de los miembros del sistema. Esto hace que algunas personas tengan una
carga emocional más dolorosa que otras dentro del mismo grupo.
Este es el caso de los padres con hijos
adictos, que se caracterizan porque uno o casi siempre ambos han acumulado una carga emocional que no han sabido diligenciar favorablemente.
Este cúmulo de heridas y dramas se transmiten a sus hijos. Pero el que desarrolla algún tipo de adicción
es el hijo más sensible y vulnerable.
El drogadicto se convierte entonces el chivo
expiatorio del estrés colectivo de su sistema. Él es el síntoma de las
emociones enfermas al interior de su familia.
Creo y sostengo que si los padres y las
personas cercanas al adicto sanan, este también lo hará, gracias a que la
dinámica que los envuelve es de doble vía. Esto quiere decir que si las condiciones
emocionales y relacionales de sus progenitores fueron la causa de su adicción, la tan anhelada sobriedad regresará cuando ellos sanen.
Mientras los métodos tradicionales de
intervención a adictos se enfoquen en tratar solo al adicto y no las causas,
la garantía de que el tratamiento falle es, como siempre, desconsoladora. Las
estadísticas demuestran que solo un pequeño número de pacientes que salen rehabilitados
de una institución, permanecen sobrios
en el tiempo.
Excelente visión sistémica de las adicciones! Yo trabajo con esta problemática y efectivamente, si no trata de una terapia familiar, el pronóstico no es muy bueno! Saludos!
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