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LOS MEDIOS JUSTIFICAN EL FIN

Tanto en la antigua cosmovisión del mundo en la que estábamos sometidos al designio de un poder superior externo a nosotros, como en la nueva donde somos los cocreadores del mundo que se sueña tener, en ambas somos convocados a la lucha por obtener las metas trazadas.

Y es que a través del cumplimiento de metas, calificamos el grado de éxito y de realización. Calificación que nos da el nivel de valía ante nosotros mismos y ante los otros. Para cumplir estos estándares se nos incita a que el tener y el hacer están por encima del ser.

Una vez trazado un objetivo,  el miedo no se hace esperar para hacer de las suyas. Cual miedo? El miedo  a no lograr, a no valer, a ser juzgado y criticado, a no ser incluido y reconocido, a perder un estatus, a sentirse humillado. Para no vivir el bochornoso fracaso, el inconsciente se arma con el lema: El fin justifica los medios. Y será este el que dirige las estrategias de la acción.

Mencionemos algunos temas cotidianos en los que todos hemos caído alguna vez justificando nuestro miedo a perder algo: hacer trampa en un examen del colegio en la materia que nos daba más dificultad o caer en la mentirilla del ’trancón’ cuando llegamos tarde a la cita acordada.

Otro de los territorios donde hacen su aparición las artimañas para evitar el fracaso y la perdida es el de las relaciones, especialmente en el ambiente laboral. Veamos algunos  ejemplos que lo demuestran: el jefe intermedio que se vuelve un tirano para mostrar resultados ante el gerente de la empresa, o el empleado lambón que se queda hasta más tarde para impresionar. Sin mencionar las batallas psicológicas que despiertan los celos profesionales, y la competencia a veces desleal por obtener nuevos y mejores clientes.

Estos son algunos ejemplos de lo cotidiano, ni hablemos de lo que ocurre en las instancias de poder donde el  statu quo es el símbolo del éxito. Qué tal ensayar un nuevo paradigma, en donde el lema sea ‘los medios justifican el fin’ y el ser sea más importante que el hacer y el tener.

Si yo no me pongo una meta que me exija unos pasos para llegar a ella, y en lugar de esto cada paso que doy lo hago dando lo mejor de mí, el resultado necesariamente será un futuro afortunado.

Sería una cosmovisión cuyo ingrediente principal es el enfoque sobre el presente. Y solo en este presente es cuando  el ser saca de sí los talentos que nos hacen únicos e irrepetibles.

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