LA MUERTE, UN PARADIGMA QUE LLAMAMOS REALIDAD
Ocupar un cuerpo físico es lo que llamamos vivir.
Y los sentidos dan testimonio de esa realidad, la que termina con
la muerte. Pero sabemos por física que los sentidos solo nos muestran una
pequeña franja de información del mundo que nos rodea.
Sabemos por ejemplo que no podemos captar las
ondas de radio, los rayos infrarrojos, los ultrasonidos y una infinita gama de fenómenos que no se pueden captar sin
un dispositivo externo para detectarlos.
En otras ocasiones los sentidos dan una
información incorrecta de los acontecimientos, como cuando el sol sale por el oriente cada mañana y nos parece verlo mover durante el día hasta ocultarse en
el extremo opuesto del cielo. O ver en
una noche estrellada que el resto del universo gira alrededor de este pequeño
planeta de donde somos observadores.
Todo lo anterior sumado a la propia
interpretación que damos a cada experiencia de acuerdo con el cúmulo de creencias y conceptos dados por la cultura,
la familia, la educación y la forma de vida que hemos tenido. Es este backup de información la que surge
desde la mente inconsciente para evaluar cada vivencia.
Esto podría dejar en duda que aquello que
llamamos ‘realidad’ no sea más que un sueño en el que estamos sumergidos. Y que
ese terrorífico monstruo que se presenta como ‘muerte’ no sea más que un protagonista
dentro de ese mismo sueño.
Con la anterior reflexión, la muerte deja de ser el doloroso final de la
vida. Ya vimos que los sentidos perciben una verdad que no es absoluta. Porque
es de cualidad inestable, cambiante e incierta, sometida al azar.
El problema radica en que damos por cierto el
sueño, al creer 100% en la percepción e identificarnos con la forma. Creemos
que ella da testimonio de lo real. Despertar del sueño equivale a cuando no se
evalúa con los ojos del cuerpo físico y es posible encontrar una realidad no
cambiante, no finita, no dolorosa.